Publicado el 1 de diciembre de 2020

El estudio reconoce que la nueva tragedia del 2010 fue de inmensas proporciones, y evalúa después de 5 años, los resultados de la estrategia diseñada para recuperar a esta parte del departamento y evitar nuevas tragedias. La verdad es que lo que acaba de suceder demuestra que esto no sucedió.

Se inunda de nuevo el Sur del Atlántico dejando a esta población sumida en la desolación, pobreza y, sobre todo, sin esperanza. Y la solución no es la caridad que sin duda ayuda en momentos críticos, pero que no alivia el alma de quienes más tienen y han podido trabajar en soluciones estructurales. La pregunta como siempre es ¿por qué? Por qué esta pequeña parte del departamento del Atlántico el más próspero de la Región Caribe, con los mejores indicadores sociales, tiene a este 3% de su población viviendo de tragedia en tragedia? Un excelente estudio «El Sur del Atlántico» del 2016 financiado por la gobernación, Promigas y Fundesarrollo analiza la historia cuya tragedia no lleva 10 años sino muchísimo más tiempo empezando por la inundación de 1984 cuando se suponía se habían tomado medidas para evitar su repetición. El estudio reconoce que la nueva tragedia del 2010 fue de inmensas proporciones, y evalúa después de 5 años, los resultados de la estrategia diseñada para recuperar a esta parte del departamento y evitar nuevas tragedias. La verdad es que lo que acaba de suceder demuestra que esto no sucedió.

Lo primero que debe aclararse es que no es la falta de conocimiento lo que explica la repetición de esta situación. Sin entrar en las explicaciones técnicas y solo mirando las conclusiones de este trabajo era evidente que la ruta se conocía. Como los otros sures de los departamentos de la Región Caribe, es el rezago social lo que lo caracteriza con la diferencia de que el del Atlántico está muy cerca de su capital con un nivel alto de desarrollo, como defienden sus líderes.

«El sur del Atlántico ha sido históricamente un territorio de bajos ingresos, con un aparato productivo débil y con muchas carencias en términos de las condiciones básicas que requieren sus habitantes para una buena calidad de vida. Adicionalmente, ha sufrido dos inundaciones catastróficas (1984 y 2010), la más reciente de la cuales, además de destruir una cantidad considerable de activos fijos, dejó cambios en la tierra y los cuerpos de agua que mermaron su capacidad productiva.» Más claro imposible, además se agrega el riesgo de nuevas inundaciones, pero también la incapacidad de manejar las épocas secas. Es decir, como afirman los autores, «El panorama no es alentador.»

Frente a esta preocupación y reconocida la vulnerabilidad de esta pequeña población, por qué será que se repite la tragedia. ¿Será solo culpa del centralismo, la frase más frecuente en la Región Caribe para explicar muestras desgracias? Puede haber culpa, pero allí cabe la responsabilidad de líderes políticos y empresariales que tienen voz en el poder central. ¿Si se ve el costo de esa corrupción política que toleramos? Pero hay más: ¿se creó el Comité de Seguimiento del Sur Del Atlántico compuesto por políticos y técnicos que se recomendó en este estudio? ¿La clase empresarial se ocupó de responder a este llamado? Ojalá no sea la indiferencia la que explique esta tragedia repetida del Sur del Atlántico.

Publicado en Columnas El Heraldo

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