Publicado el 11 de septiembre de 2020
Los datos indican que cada vez menos la democracia se impone como el mecanismo de gobierno de preferencia.
El diablo en los detalles era el título sugestivo de una publicación de los investigadores Torsten Persson y Guido Tabellini, en 2006 que indaga sobre la riqueza de los países según su forma de gobierno, donde aquellos con sistemas democráticos tendían a crecer más rápido. Esta relación que no se daba de una forma tan simple y se vinculaba con el impulso de políticas económicas como la apertura comercial, se alienaban con los cambios de régimen y la extensión de los derechos políticos.
Ahora bien, la democracia no es garantía de éxito económico adrede, o en palabras de Felipe González, ex presidente español, “la democracia no es garantía de un buen gobierno”, pero si empodera a través de las urnas la posibilidad de castigar lo que se considere que se está haciendo mal. Esto deja entrever como de manera clara y pacífica, el ciudadano cuenta con la posibilidad de bajar del poder a quien corresponda a través de su voto.
La duda estaría en que tan afines estamos respecto a este sistema de gobierno. Los datos indican que cada vez menos la democracia se impone como el mecanismo de gobierno de preferencia. El Latinobarómetro en su último informe llamaba la atención sobre el crecimiento en la proporción de ciudadanos que se declaraban indiferentes al tipo de régimen, el cual había pasado del 16% en 2010 hasta 28% en 2018, reflejo de un abandono sobre lo colectivo y un refugio sobre el individualismo, caldo propicio para el auge de los caudillismos en la región. Lo anterior se evidencia en el debilitamiento de los partidos políticos, la preferencia de candidatos independientes a postularse vía firmas que bajo las banderas de los partidos. Incluso en Colombia el apoyo a la democracia pasa en este mismo periodo de tiempo de 60% de favorabilidad hasta 54%.
Una de las razones que explican estos resultados se encuentra en la abstracción de los gobernantes con la empatía de su electorado, una vez alcanzan el poder, imponiendo sus intereses particulares sobre los colectivos, lo que pone en riesgo uno de los principios básicos de la democracia; su representatividad.
Si bien, cada vez más se habla de una crisis de gobernanza en la democracia representativa, la cual se profundiza con el paso de gobiernos ineficaces, con escasa contundencia en los resultados prometidos, y lapidados por escándalos de corrupción, su superación podría estar sustentada en el respeto por la división de poderes, la recuperación de la legitimidad de los partidos políticos y en el rol independiente del cuarto poder, los medios de comunicación y las redes sociales, como lo detalla el profesor David Roll Vélez en uno de sus artículos.
Ahora bien, resarcir los principios de la democracia no es una tarea fácil, pero sí obligada. Repensarla a luz de las particulares que bordean nuestra región es clave para recuperar su gobernanza, donde el empoderamiento de la ciudadanía en el uso de sus derechos políticos, el fomento de nuevos liderazgos y la visibilización de la gestión de los gobiernos de manera clara y transparente, buscando una sistema que facilite iguales oportunidades para participar, podrían jugar a su favor. De ahí, la importancia de iniciativas como Casa Grande Caribe en donde en su próximo encuentro, el 30 de septiembre nos invita a reflexionar sobre cómo fortalecer la democracia.