Publicado el 4 de febrero de 2022,
Por: Oriana Álvarez Vos
El debate continúa abierto, habrá que esperar los aprendizajes que América Latina logre consolidar de esta pandemia. Lo cierto es que los nuevos acuerdos y pactos sociales deben impulsar un modelo de desarrollo que garantice igualdad de oportunidades para toda la población.
La crisis económica y social generada por la pandemia se ha prolongado en todo el mundo más de lo esperado. América Latina y el Caribe ha sido la región más afectada, la caída experimentada en su actividad económica impactó fuertemente los ingresos fiscales y los recursos del estado para responder ante choques inesperados. Las secuelas sociales en una región desigual han propiciado un escenario para el debate sobre la necesidad de modificar el papel del Estado en la sociedad. Su activa intervención representada en rescates a sectores económicos, impulso a las empresas y ayudas para la población más vulnerable, han sido claves en la reactivación económica de la región.
Hay varios aspectos en los cuales se está replanteando el rol del Estado; el primero se relaciona con su capacidad para relanzar la actividad económica y limitar las contracciones a través del manejo de la política fiscal; el segundo, como garante del ingreso de las personas más vulnerables con ayudas sociales y transferencias monetarias, y por último, proveedor de servicios sociales públicos universales como la salud, educación y el derecho al cuidado. Ante los desafíos estructurales de América Latina como la desigualdad, el cambio climático, la pobreza, informalidad y baja productividad la discusión está centrada en la conformación de Estados de bienestar con ideas innovadoras que permitan establecer nuevos pactos sociales y fiscales.
El origen del Estado de Bienestar o Welfare State se asocia con aquella etapa de intervención estatal en la economía mundial que surge luego de la gran depresión de 1930 y se fortalece después de la Segunda Guerra Mundial. Se desarrolló con la influencia de las ideas keynesianas las cuales pretendían hacer a la economía del mercado más productiva y socialmente justa. Existen diferentes modelos de Estado de bienestar implementados en Europa Occidental; el continental aplicado en países como Alemania, Bélgica y Holanda; nórdico instaurado en Suecia y Finlandia; liberal anglosajón que hace parte del Reino Unido e Irlanda, y el mediterráneo que cobija a España, Grecia, Italia, y cuya diferencia radica en el nivel de protección social que promueven. Y tal como lo argumentó el economista Amartya Sen, ha sido uno de los grandes logros de la civilización europea y contribuciones al mundo.
En la actual coyuntura de América Latina cada vez más se escuchan voces que argumentan que para alcanzar un desarrollo sostenible e inclusivo es necesario la construcción de un Estado de Bienestar, que genere escenarios que promuevan un crecimiento sostenido, acompañado de mayores niveles de productividad y mejores condiciones sociales. Sin embargo, para conseguir esto en la región es necesario recuperar la confianza en las instituciones para fortalecer las democracias, y de esta manera facilitar la negociación con diferentes actores, donde el bien común prime ante los intereses individuales.
El debate continúa abierto, habrá que esperar los aprendizajes que América Latina logre consolidar de esta pandemia. Lo cierto es que los nuevos acuerdos y pactos sociales deben impulsar un modelo de desarrollo que garantice igualdad de oportunidades para toda la población.
Publicado en columnas El Heraldo