Publicado el 14 de diciembre

Por Ricardo Plata

Thomas Malthus fue un clérigo inglés, erudito y sensible.

Tuvo a cargo una pequeña parroquia donde se preocupó tanto por la pobreza y desnutrición de sus feligreses que en 1798 publicó un documento que lo hizo famoso: “Ensayo sobre los principios de la población y como ésta afecta el mejoramiento social”. Partía de la base de que la gente se reproducía más rápido que la capacidad de producir alimentos y sus predicciones de mejoramiento resultaban sombrías. Los grandes avances científicos y tecnológicos del siglo 19 desvirtuaron sus vaticinios. Pero, lejos de ser infructuosas, las proyecciones “maltusianas” cumplen una noble misión, la de generar profecías que, gracias a muchos esfuerzos por evitarlas, se autodestruyen.

Malthus nunca salió de Gran Bretaña, ni conoció un helicóptero, pero hubiera sido un compañero perspicaz para un sobrevuelo por la alta Guajira en 1981. Habría observado que ese territorio, asiento de la mayoría del pueblo wayuu, es semi desierto; que la ausencia de ríos y un escaso régimen de lluvia hace frágil su capacidad de sostenimiento de vida vegetal por hectárea, la cual a su turno brinda una capacidad limitada de alimentar hatos caprinos, lo que a su vez dificulta mantener familias muy numerosas. Desde lo alto parecía todo deshabitado, pero de cerca se distinguían numerosas rancherías, mimetizadas en el áspero paisaje, sabiamente dispersas, que ocupaban gran parte del territorio.

En diciembre de 2016 fui de Puerto Bolívar, por Bahía Hondita, hasta el bello hostal de Luzmila en Punta Gallinas. Son apenas 60 kilómetros y el camino estaba en buenas condiciones, pero nos demoramos tres horas porque durante más de la mitad del recorrido, docenas de veces nos detuvieron grupos de niños, para pedir algo, acompañados con frecuencia de sus madres, casi todas adolescentes. Malthus habría señalado que una mejora en las condiciones de vida ocasionaba un incremento reproductivo. En efecto entre el censo de 2005 y el de 2018 la población indígena en zona de resguardos subió un 50%, de 178.000 a 266.00. Si se toman cifras desde 1985 el incremento es asombroso. A pesar de la ineficiencia y la corrupción, de algo deben haber servido los $6,7 billones en pesos corrientes, que, según cálculos de Fundesarrollo, ha recibido de regalías la Guajira y sus municipios en los últimos 25 años.

Adicionalmente, un trabajo también de Fundesarrollo, en el Atlántico, mostró que las variables que mejor predicen la probabilidad de que un niño se encuentre en estado de desnutrición son la baja edad de la madre, su baja educación, el número total de hijos y el orden de nacimiento de éstos. Es un desenlace previsible desde el embarazo. No hay que esperar el hecho cumplido, ante el cual el asistencialismo público o filantrópico reactivo resulta tardío, insuficiente e insostenible. Sólo minimizando el embarazo adolescente y con incrementos en producción alimentaria mayores que los demográficos, a la manera israelí, podremos destruir la profecía maltusiana.

Publicado en Columnas El Heraldo

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