Publicado el 6 de noviembre de 2020

Para diversificar nuestra canasta exportadora es necesario tener en cuenta las potencialidades que tienen cada uno de nuestros departamentos.

Uno de los retos que tenemos en nuestra región es el de diversificar y sofisticar nuestra economía y dinamizar así nuestras exportaciones. La internacionalización de la región, no obstante, llega sólo a través de un proceso que requiere de una mayor fortaleza institucional y apoyo empresarial a las pequeñas, micro y medianas empresas que necesitan aún construir su vocación exportadora.

Entre 2012 y 2019, la región Caribe representó entre el 23,2 y el 30,9% de las exportaciones totales del país, además cuenta actualmente con una canasta concentrada en el sector minero energético, con una representación del 61%, teniendo como principal producto de exportación el carbón, extraído de los departamentos de La Guajira y Cesar. En el resto de departamentos se destacan: Bolívar por el potencial de su industria plástica; Atlántico por su tejido industrial respaldado en químicos, metal y alimentos; Magdalena por su enfoque agrícola; Córdoba por la producción y exportación de ferroníquel; y Sucre por su importancia como terminal en las ventas externas de aceites crudos de petróleo.

Para diversificar nuestra canasta exportadora es necesario tener en cuenta las potencialidades que tienen cada uno de nuestros departamentos, más allá de la actividad minero-energética y entendiendo que no solo exportamos bienes sino también servicios, buscando acaparar nuevos socios comerciales, e incorporar más empresas en esa base exportadora y nuevos productos en la canasta comercial. Para que esto sea posible, es necesario que las pequeñas y medianas empresas puedan forjar su vocación exportadora y las grandes consolidar una tendencia creciente en sus niveles de ventas en el exterior.

Una empresa en Colombia debe enfrentarse a una serie de limitaciones que comprometen su propósito, como una política proteccionista caracterizada por la alta carga regulatoria, sustentadas en unas medidas no arancelarias, que terminan por trasladar los sobrecostos de los productos a los consumidores, limitando el acceso a bienes de mejor calidad y a un mejor precio.

En este orden de ideas, es importante avanzar en orientar a las pymes que el límite de su mercado está en el mundo entero, así como aumentar el apoyo empresarial vía capacitación y asistencia técnica; financiamiento y promoción comercial; organización interna de las empresas y conocimiento de los TLC. No sólo debemos enfocarnos en nuestro capital humano de manera académica, sino adaptarlo a las distintas circunstancias para que estén en capacidad de solventar eventuales crisis.

Para eso, es vital realizar evaluaciones constantes en cuanto a la percepción de competitividad de los productos en el exterior, con la finalidad de encontrar nuevos mercados y satisfacer esas demandas.

En un eventual plan de internacionalización de la región, el eje central debería ser la inserción de las pymes en las cadenas globales de valor. Para ello se requieren: acción, articulación y voluntad, teniendo en cuenta que todavía existe la percepción que somos un país bastante abierto, cuando la evidencia es que nuestra participación en las exportaciones en el mundo es solo 0,2%. Esas tres cosas nos ayudarían a discutir y a elevar este debate de hacia dónde nos imaginamos nuestra región y cuál es el modelo de desarrollo que queremos para el país.

Publicado en El Heraldo

 

¡Déjanos un comentario!