Publicado el 5 de junio de 2020

Es bueno que recordemos y entendamos cuál era el panorama antes de la pandemia.

Por: Kelina Puche

Luego de que el Dane diera a conocer el aumento de la tasa de desempleo al 19,8% en el mes de abril, el más alto de al menos los últimos 20 años, de a poco se alcanza a cuantificar la magnitud de los efectos del confinamiento en nuestra economía.

En paralelo, aumentó la población inactiva, que es la que componen aquellos que salen del mercado laboral cansados de buscar, entre otras razones, porque las condiciones actuales los han llevado a asumir responsabilidades en el hogar sin ningún tipo de remuneración. Esta última experimentó un aumento en 4 millones de personas, alcanzando a representar el 48% de quienes están en edad de trabajar.

Ahora bien, es bueno que recordemos y entendamos cuál era el panorama antes de la pandemia.

Parte de este desempleo se vincula a los desajustes entre la oferta y la demanda laboral. En otras palabras: empresarios que necesitan personas con ciertos perfiles especiales que no logran encontrar o que, en su defecto, se demoran en hacerlo.

La información incompleta y la desconexión entre los generadores de empleo y las instituciones educativas profundizan esta situación. Atacar esta causa del desempleo requiere programas de capacitación, de certificación de competencias, de educación para el trabajo, y de intermediación laboral. Todo esto, con una mayor flexibilidad para adaptarse a lo que el mercado está pidiendo.

Pero el desempleo también encuentra un amplio vínculo con la dinámica de crecimiento económico. Aunque el crecimiento se ha movido en terreno positivo, la generación de empleo en el país se ha visto ampliamente limitada, la tasa de crecimiento en el número de ocupados, en al menos los últimos 5 años, fue de 2%, es decir, que si en 2015 teníamos un total de 21,1 millones puestos de trabajo, iniciamos este 2020, con casi los mismos 21 millones ocupados (21,5 millones), lo que refleja una tasa de creación de empleo muy baja.

Otra de las causas de que el desempleo venía aumentado de manera significativa, puede explicarse por el nuevo flujo migratorio de Venezuela. Han ingresado a Colombia más de 1,8 millones de migrantes, la mayoría en busca de oportunidades de empleo.

La pandemia llego para intensificar los efectos de cada una de estas causas, redefiniendo nuevos perfiles laborales afines con el trabajo remoto. Así mismo, si el crecimiento había demostrado ser insuficiente para crear empleo, el decrecimiento ha sido efectivo en destruir. Solo en abril se perdió el 25% del empleo que se tenía en la misma fecha del año anterior. Y finalmente ante la presión sobre el mercado laboral de cada vez más personas buscando empleo durante el año pasado sin encontrarlo, ha explicado en gran medida el desistimiento y el engorde de la población inactiva.

En síntesis: el desempleo nos cogió mal parados, y las necesidades urgentes para mitigar los impactos del choque de la pandemia en el mercado laboral, son el abrebocas a una nueva reforma tributaria, la cual esperamos tenga un enfoque más hacia resultados vinculados al logro de una mayor competitividad y equidad, más allá de estrictamente cubrir un hueco fiscal.

Publicado en Columnas El Heraldo

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