Publicado el 4 de mayo de 2020
Hay que pensar en soluciones más profundas y complementarias si queremos salir de la crisis con un aparato productivo más robusto y con los empleos activos, cuidados y protegidos.
La situación empresarial es cada vez más dramática. El confinamiento puso en jaque la demanda y la producción. Las cifras de hasta dónde puede caer la economía perturban: el peor escenario de Fedesarrollo muestra que la recesión podría significar una caída de 7% del PIB, algo impensado en el país, incluso en la crisis de 1999. Y el desempleo podría romper la barrera de 20%.
Miles de empresas luchan por subsistir, atravesar esta crisis y salir golpeadas, pero con vida. Cada día buscan recursos para atender la nómina y no destruir puestos de trabajo. Ven con esperanza los anuncios de una reapertura gradual de la economía, aunque no todos los sectores con la misma velocidad.
Estamos ante el momento de mayor incertidumbre de la historia reciente del planeta. Todo es incierto: cuándo terminará la pesadilla y aparecerá la vacuna, cómo quedarán el aparato productivo y los empleos, qué va a pasar con el consumo, cómo se ajustarán las cuentas fiscales, qué cambios vendrán el día después.
Por ahora, estamos enfocados en que el sistema de salud no colapse y tener todo preparado para atender un eventual brote exponencial del coronavirus. Concentrados en llegar con recursos y alimentos a los pobres y vulnerables y en tratar de mitigar el impacto en las empresas y los empleos.
Como menciona un análisis de McKinsey, el país atiende a dos pacientes que reaccionan distinto a la misma medicina, el distanciamiento físico. Para el sistema público de salud este distanciamiento puede curar o aliviar sus síntomas, pero lo hace a costa del bienestar del otro paciente: la economía.
Las historias de micro, pequeñas, medianas y grandes empresas se repiten: no hay ingresos, se agotan los pocos ahorros, el margen de maniobra se estrecha y el tiempo juega en contra.
La economía en Colombia creció el año pasado por encima de 3%, y fue una de las más altas de la región. Pero ya había señales de amenazas en las estructuras de las sociedades que se reflejaban en problemas de supervivencia. Y el panorama no es el más alentador. Como dice un informe de la Superintendencia de Sociedades, “teniendo en cuenta que para el 31 de diciembre de 2019 el país contaba con un inventario de 2.700 procesos admitidos a insolvencia, los efectos macroeconómicos y microeconómicos de la coyuntura del coronavirus podrían contraer la economía a tal punto que este inventario de procesos de insolvencia aumentaría entre 4.280 procesos a 5.376”.
¿Cómo salvar al mayor número de empresas y de empleos? Es claro que los créditos son necesarios, pero no suficientes, en medio del debate sobre la actuación de los bancos para irrigar recursos, incluso los que tienen el respaldo del Fondo Nacional de Garantías. Ya muchas empresas venían con una carga alta de deudas que crecerían sin que nadie tenga claro en qué momento pueden volver los ingresos. Sus pasivos aumentan y los indicadores desmejoran. Terminarán por no ser sujetos de crédito. Como explica un empresario, se genera un pasivo sin producir ni generar ingresos.
Por eso hay que pensar en soluciones más profundas y complementarias si queremos salir de la crisis con un aparato productivo más robusto y con los empleos activos, cuidados y protegidos.
Una palabra empieza a salir a la palestra: subsidios. Dineros para que, en especial, las empresas puedan pagar sus nóminas y mantener sus estructuras. Acopi y Fundesarrollo plantearon escenarios para que el Gobierno subsidie los salarios de unos 7,8 millones de trabajadores relacionados con los sectores más vulnerables, por un valor de $6,8 billones mensuales.
Eduardo Lora y Jorge Humberto Botero plantean subsidiar parte del salario de unos 3,6 millones de empleados del sector privado. Esto costaría cerca de $3,16 billones en un mes y permitiría mantener a flote la actividad productiva.
El exministro Mauricio Cárdenas propone una titularización de cartera y condonar una parte de los créditos que reciban las empresas que demuestren que no despidieron trabajadores, atendiendo las restricciones fiscales que habría para subsidiar las nóminas y que el déficit fiscal podría subir a casi 6% del PIB. Y no dar beneficios a empresas cuyos accionistas están en paraísos fiscales.
Más allá de las fórmulas planteadas, todas bienvenidas, el Gobierno tendrá que ser muy audaz para enfrentar esta situación, porque puede ser más costoso no sacar hoy la artillería, que mañana reconstruir el tejido empresarial y los empleos.