Publicado el 4 de marzo de 2020
Un estudio de Fundesarrollo confirma con datos lo que ya sabíamos por simple olfato callejero: que en Barranquilla y en el resto del Atlántico las mayores cantidades de nacimientos se producen en septiembre, octubre y noviembre. Lo que quiere decir que estas criaturas fueron engendradas alborozadamente en los periodos festivos de Navidad y Carnaval.
Fundesarrollo, con base en la estadística del Dane, según la cual entre 2008 y 2018 se dieron en el Atlántico 455.875 nacimientos, establece que en septiembre hubo 42.522 partos, en octubre 44.268 y en noviembre 43.276. Sumando estos dos últimos meses, 87.544 alumbramientos equivalen al 19,2% del total en los 10 años evaluados.
Por rangos de edades, atrae la atención que, en un extremo, las mujeres entre 10 y 14 años significaron el 23% de las embarazadas, y, en el otro, qué sorpresa, las mujeres entre 45 y 49 representaron el 29%. En este segmento deben figurar tanto las repitentes como las que va dejando el tren, al decir de las abuelas, y en la última Navidad o en el último Carnaval de fertilidad alcanzan su anhelada y postergada maternidad.
Hay otros dos datos que son contundentes: el 60% de las madres que se embarazaron en Navidad o Carnaval son de bajo nivel educativo y un 20% no estaban aseguradas en el sistema de salud y el 23% pertenecían al régimen subsidiado. O sea, que estas alzas de los nacimientos de septiembre, octubre y noviembre están focalizadas en los núcleos femeninos atrapados en la pobreza y el atraso educativo. Estas mujeres, bajo el estímulo de las fiestas y la embriaguez, caen en relaciones sexuales sin ninguna protección anticonceptiva, con la preñada implicación de que la barriga que llevarán por nueve meses no será de trapo como la que hizo famosa a Liliana Cáceres. Y obvio: en la franja de mujeres educadas (que fueron a la universidad y tienen información) un embarazo navideño o carnavalero es menos frecuente.
Mujeres y hombres se cuidan más cuando tienen formación y disponen de un estatus económico óptimo o aceptable. El problema, por tanto, no es la Navidad ni el Carnaval. El asunto es tener una sociedad culturalmente preparada para administrar con racionalidad su vida reproductiva. Existen distintos métodos para evitar un embarazo, pero aún no se han universalizado.
En Asia y América Latina, a medida que sus sociedades han evolucionado, el uso de anticonceptivos ha crecido, pero sigue siendo bajo, por ejemplo, en la pobrísima África subsahariana.
Los barranquilleros, como buenos bromistas, han inventado este meme: “¿Quién dijo que ya se acabaron las fiestas? Ahora lo que viene es matrimonio a la fuerza y baby shower a la lata”. Pero, se viene también lo riesgoso: los abortos clandestinos en un país polarizado que continuará sin despenalizar plenamente la interrupción voluntaria del embarazo, tras la medrosa decisión de la Corte Constitucional.