Con la Ley 1715 de 2014, el país apunta a definir el marco jurídico para actividades de generación de energía a partir de fuentes no convencionales. Sin embargo, hay muchos retos pendientes.

En Colombia, la generación de energías renovables no convencionales (solar, geotérmica, eólica y biomasa) representa menos del 1%.

A pesar del gran potencial que puede tener el país en este campo, la poca explotación se explica por la baja competitividad económica que tienen este tipo de energías en comparación con las convencionales (hidráulica y térmica).

A nivel mundial, las energías renovables no convencionales son reconocidas principalmente como una estrategia para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.

Sin embargo, en el país la tercera parte de la electricidad se produce a partir de plantas hidroeléctricas, lo que nos permite tener bajas emisiones de carbono por megavatio generado.

Según Juan Manuel Alvarado, director académico de Fundesarrollo, la ventaja de usar fuentes no convencionales de energía, en el largo plazo, sería el disponer de generación para responder a los picos de demanda (que hoy suplen las plantas termoeléctricas) y un respaldo en periodos cuando se presenta el fenómeno de El Niño.

Colombia no cuenta con un marco regulatorio claro que incentive las actividades de generación de energías no convencionales. Mediante la ley 1715 de 2014, se busca orientar las políticas públicas en el sector, definir los instrumentos tributarios, arancelarios, contables y de participación en el mismo.

La ley apunta a establecer los criterios que complementen el marco jurídico actual. Igualmente, busca incentivar la penetración y estimular la inversión, investigación y desarrollo para la producción y utilización de energía a partir de estas fuentes.

Para José Soto, director del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de Uninorte, a pesar de la norma, todavía quedan vacíos de regulación que impiden que se incentive al consumidor final a que genere energía.

Por ejemplo, no están claras las condiciones para que las personas de forma independiente generen energía y se beneficien de esto de forma económica; después de todo estas son tecnologías costosas pero de maniobrabilidad accesible.

En este sentido, Soto considera que en el país el reto más importante para la generación de este tipo energías está en mejorar los aspectos regulatorios y diseñar el mecanismo que permita saber cómo se va a generar a partir de la utilización de los recursos renovables a pequeña o gran escala. “El ente regulador debe establecer un plan que dé el acompañamiento a los aspectos orgánicos de la norma”.

Oportunidad para las regiones. La ley 1715 se centra en las regiones (Caribe, Pacífica), por lo que la instalación de generadores de energía de fuentes no convencionales puede significar el fomento del empleo local, incremento en la competencia en el mercado y, por tanto, reducción en los costos de la energía a los consumidores.

“A nivel económico, este tipo de industrias en desarrollo generan nuevos puestos de trabajo y nuevos encadenamientos productivos, debido a su crecimiento constante, que serán importantes en el futuro cuando aumente su participación en las matrices energéticas de los países desarrollados”, agrega Alvarado.

Hay que destacar que este tipo de plantas son apropiadas para lugares de difícil acceso, por lo que son ideales para suplir la demanda en muchos territorios colombianos que no están interconectados. Más que beneficios económicos, las ventajas de implementar generadores de energía con fuentes no convencionales están relacionadas al respaldo del sistema de energía.

“En Colombia, las barreras geográficas no son un problema. En regiones como la costa existe una alta favorabilidad ambiental en términos solares y de viento. El principal problema corresponde a la disponibilidad de suelos y a qué tan rentable puede ser para los propietarios de tierras, o para el estado, tener un esquema con ganancias a muy largo plazo”, dice John Candelo, profesor de Ingeniería Eléctrica y Electrónica de Uninorte.

En últimas, la intermitencia de las fuentes de energía y la compleja implementación, son las principales debilidades para el crecimiento del sector. Aunque la principal barrera a nivel mundial para el uso de estas fuentes no convencionales a gran escala es el precio por megavatio generado, el cual no es significativamente inferior al de la generación convencional, por lo que existen pocos incentivos a la inversión.

Un propósito mundial

Desde hace aproximadamente 20 años, a nivel internacional se observa un aumento de la participación de las energías renovables no convencionales en los mercados energéticos. Para 2012, la capacidad instalada de generación eléctrica con estas fuentes alcanzó los 390 GW a nivel mundial, equivalente a 7% de la capacidad instalada total (5350 GW).

El año pasado las energías renovables representaron más del 56% de la adición neta de capacidad eléctrica global. En 2013, las energías renovables cubrieron el 19% del consumo final de energía global, y la inversión mundial en electricidad y combustibles renovables fue de aproximadamente US$249,4 mil millones, un 14% menos en relación con el 2012.

En América Latina, Chile tiene una política similar a la colombiana, aunque los esfuerzos son igual de incipientes. En 2009, sólo 6,4% de la generación en este país provino de energías renovables no convencionales.

Publicado en el Heraldo

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