Publicado el 12 de marzo del 2021

Por Kelina Puche

Se sigue discutiendo la imposición de aranceles sobre productos de consumo masivo por parte de los hogares colombianos.

Repasando recientemente a los grandes pensadores que marcaron el pensamiento liberal del novel Mario Vargas Llosa, en su libro La llamada de la tribu, nos encontramos con importantes filósofos, economistas y periodistas, que brillaron en sus tiempos por sus ilustres aportes en el entendimiento del actuar de la humanidad y de los mercados.

Sin embargo, varios de los debates iniciados en la época no han sido plenamente cerrados y todavía seguimos dando vueltas sobre varios de los conceptos y teorías que en el libro se destacan. Un detenimiento en Hayek resulta valioso para introducir una reflexión sobre el modelo de desarrollo económico que se ha venido impulsado en Colombia quizás con mucha tibieza.

Cuando tal autor, introduce el concepto de liberalismo lo hace refiriéndose a un conjunto de reglas del juego que privilegian siempre al consumidor sobre el productor, al productor sobre el burócrata, al individuo frente al Estado y al hombre de hoy frente a la humanidad del mañana (P. 11, Vargas Ll., M.)

Mientras estas discusiones se daban en 1960 y habrían de demarcar el futuro de los modelos de desarrollo económico en múltiples países, en Colombia una idea más concreta sobre ese concepto se ejecuta con la apertura económica experimentada en los años 90´s.

No obstante, publicaciones recientes en la materia, como por ejemplo la de García-García y otros, apoyan la tesis de que Colombia todavía es un país ampliamente cerrado sin mayores evoluciones en su canasta exportadora más allá del sector minero energético, que grita a voces un política de apertura económica mientras constriñe con barreras no arancelarias el ingreso de bienes importados y donde se desaprovechan los potenciales beneficios de los acuerdos de libre comercio, como recientemente ratifica la publicación de Fundesarrollo y otros para el Atlántico, donde se hace expresa mención de la caída en el número de partidas arancelarias con ventaja comparativa, la alta concentración de las exportaciones a solo tres destinos en EE. UU, la disminución en el número de empresas exportadoras y a un incremento en los montos exportados mayormente explicado por la depreciación de la moneda que por el aumento mismo de las exportaciones.

Lo anterior se desarrolla en un país que se ha montado en un modelo de centro rico y periferia pobre, alejados del ideal de los países desarrollados donde los polos de prosperidad se encuentran cerca de los puertos, producto de la mayor exposición al comercio global.

A lo anterior, se suman propuestas como la reciente apoyada por la bancada de gobierno en la cual se dispone la aplicación de un arancel del 40% a las prendas de vestir de 10 dólares o menos, a lo que denominan como un apoyo al sector textil y de confecciones, pero olvidando que el orden jerárquico sobre el cual reflexionaba Hayek refería a los intereses del consumidor por encima de los productores, y minorizando los efectos adversos que puede traer para el comercio por el potencial aumento del contrabando por este tipo de bienes.

Al final resulta confuso, cual es la apuesta del gobierno en la materia, dado que mientras por un lado apoya iniciativas como el plan vallejo express, por el otro sigue discutiendo la imposición de aranceles sobre productos de consumo masivo por parte de los hogares colombianos.

Publicado en Columnas El Heraldo

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