Como bien se ha señalado en la literatura económica del desarrollo, los fenómenos del cambio climático afectarán más a las regiones pobres que a las desarrolladas, dado que la pobreza y la desigualdad inhiben la capacidad de los pueblos para defenderse de la naturaleza.

El Gobierno obviamente no puede hacer que llueva, pero el fenómeno ya se había previsto hace dos años.  La pregunta es por qué siempre andamos de contingencia en contingencia. La respuesta surge de un Estado que es débil, con capacidad planificadora y recursos bien limitados, con un sistema político que responde más a las necesidades de la coyuntura y las urgencias de la supervivencia política.

Después de la Guerra de la Independencia, Bolívar decía que en la Nueva Granada solo funcionaba el Ejército y la Iglesia. Hoy podríamos decir casi lo mismo, añadiéndole el Gobierno nacional medianamente, con mucha precariedad de los gobiernos departamentales y municipales. Todavía estamos haciendo obras de las inundaciones del 2010, cruzándose irónicamente con la sequía actual, los jagüeyes secos que se hacen (¿para la próxima “Niña”?)

Los temas cruciales de la Región siguen siendo la pobrez y la débil institucionalidad pública carente además de institucionalidad regional, unida a unos hábitos de pensamiento distantes de la modernidad, pues no hay previsión, se anda de contingencia en contingencia.

Los planes se engavetan. Un reciente estudio de Fundesarrollo (“El Caribe en cifras”), recogiendo cifras del Dane (2012), señala que la Región Caribe aporta apenas el 14,9% del PIB al país, pero tenemos el 21,36% de la población, ¡con el 31% de los pobres del país! El PIB per cápita regional creció a una tasa anual del 1,9% (2008-2012), inferior al 2,2% de la Nación.

Otro informe de Fundesarrollo indica, al examinar las ciudades del Caribe, que aunque en algunas hemos mejorado los indicadores de pobreza, el caso de Riohacha es apabullante (43,8% de pobreza y 12,7% de pobreza extrema), muy parecido al de Quibdó, a pesar de las regalías que se han recibido.

En el área metropolitana de Barranquilla se han registrado mejorías en los indicadores de pobreza y de ingreso per cápita, pero aún tenemos un 29,5% de pobreza. Aunque en el Caribe se ha avanzado en coberturas de educación y salud, la pobreza sigue siendo el hueso duro de roer. Hay poca industrialización.

Poco Estado. Con poblaciones muy pobres, se tienen gobiernos departamentales y municipales con finanzas públicas precarias, las cuales, si además están sometidas a la depredación de las famosas concesiones, la receta está completa para el desastre.

A pesar de cifras algo mejores en el Atlántico, la situación se debe sopesar con realismo. El peso del PIB del Atlántico en el país sigue bajando a un 3,8% en el 2012, cuando hace un quinquenio era del 4,5%. Igualmente, a pesar de nuestros deseos de ser la región beneficiada del TLC con Estados Unidos, el Informe de Fundesarrollo sobre el TLC nos obliga al aterrizaje forzoso. Por último, frente al cambio climático, ¿qué pasó con la Secretaría de Riesgos que se iba a crear en Barranquilla en el 2012?

Publicado por El Heraldo el 29/07/2014 | Página 5B

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